Acero Pulido.
Polished steel.
Madrid. 2019.
“¡Muera la libertad y vivan las cadenas!”, gritaba el pueblo español en mayo de 1814, cuando el rey Fernando VII regresó a España tras su exilio en Francia. La codicia del soberano y su afán por acercarse a Napoleón permitieron que las tropas francesas invadieran la Península, dando lugar a la cruenta Guerra de la Independencia. Una vez finalizada la contienda, el Borbón regresó triunfal a España, a pesar de haber permanecido al margen en el bello castillo de Valençay donde, para aliviar el dolor de su exilio, disfrutaba de las comodidades habituales de la realeza y recibía clases de baile y piano.
La entrada triunfal de El Deseado, provocó que el gentío, exaltado por la vuelta de un rey que por fin les iba a gobernar, se sumiese en un extraño trance vasallo y liberase a los caballos que tiraban del carro de Fernando VII para ponerse en el lugar de los animales, estableciendo agitados y deseosos turnos para hacer avanzar el carruaje, hasta que llegó a su destino. La fervorosa acogida se debía, además, a que El Deseado, designado “por la gracia de Dios”, ya había tomado su primera medida como rey absolutista: derogar la moderna Constitución de 1812, que otorgaba el poder al pueblo.
“¡Muera la libertad y vivan las cadenas!”, sigue susurrando el pueblo español cada vez que asume de manera gradual y natural las libertades arrebatadas, cada vez que se silencian derechos fundamentales bajo falsas promesas redentoras. La libertad murió y las cadenas perduraron. DosJotas recoge en “Acero pulido”, la esencia de esta anécdota histórica que marcó para siempre el rumbo de nuestro país. Una metáfora visual y física de las cadenas que el pueblo clamó, rechazando la libertad, autoimponiéndose un sistema ilógico y desigual por el que hoy seguimos tirando de carros que no son los nuestros.
Irene Calvo
Installation that floods the volumetric space and analyzes the social and political behavior of contemporary individuals. With the conceptual help of curator Irene Calvo, the starting point is located in a historical fact that sends us back to Spanish early 19th century.
In 1814, the triumphal entry of Fernando VII in Spain after his exile in France, caused the exalted crowd to sink into a strange vassal trance and people freed the horses that pulled the king’s chariot to put themselves in the place of the animals. People decided to set up agitated and eager order turns to proceed with the advance of the carriage, until it reached its destination. The fervent welcome was also due to the fact that El Deseado, designated “by the grace of God”, had already taken its first step as an absolutist king: he repealed the modern Constitution of 1812, which a few years back had granted power to the people.
Irene Calvo